Todo el mundo entiende el concepto de la Navidad como tiempo
para pasar con la familia y amigos, tiempo para disfrutar de charlas infinitas,
juegos y risas con los tuyos.
Siempre he tenido la gran suerte de disfrutar de estas fechas
tan especiales con mis amigos y familiares. Todos en nuestras casas tenemos las
rutinas navideñas adquiridas y los días repartidos para poder disfrutar al
máximo.
Estas fechas son especiales por todos estos ratitos y por
todas las emociones y sentimientos que afloran. Sentimientos de cariño,
respeto, admiración… un cumulo de sensaciones que resurgen de nosotros y que
nos hacen ver lo afortunados que somos teniendo lo que tenemos, porque no
olvidemos que lo importante no es la cantidad, sino la CALIDAD.
Este año las Navidad se planteaba diferente para todos los
“Miserables”. Deberíamos olvidarnos de todas esas “rutinas navideñas” para dar
paso a nuevos momentos y experiencias juntos. La obligación nos llamaba y
debíamos pasar la navidad lejos de los nuestros, lejos de nuestros padres,
lejos de nuestros amigos y lejos de nuestra gente…
Simplemente el hecho
de pensarlo me ponía los pelos de punta, pero ya no por mi, sino sobre todo por
esos 6 niños que con tan solo ocho, nueve y 10 años iban a pasar sus primeras
navidades fuera de casa.
Hacer que fueran especiales era nuestra responsabilidad,
todos íbamos a echar de menos a nuestras familias pero queríamos pasar unos
días que no olvidáramos nunca. Unas navidades que lleváramos con cariño en
nuestra maleta de los buenos recuerdos, unas navidades que con el paso del
tiempo las recordemos con una sonrisa…
Sin duda alguna hoy por hoy puedo decir que lo hemos
conseguido, que tanto ellos como nosotros hemos exprimido cada momento y cada
detalle, hemos reído juntos, hemos llorado de emoción, nos hemos abrazo, hemos
sorprendido y nos han sorprendido.
Uno de los días que recuerdo con más cariño es la noche de
reyes, nervios a flor de piel después de llevar un año esperando la llegada de
sus majestades los Reyes Magos de Oriente. Difícil profesión la de sus
majestades, emociones, alegrías y algún que otro susto forman parte de su
anecdotario, la profesión de Rey es única y bonita pero también una de las más
complicadas a la vez… este trabajo que puede parecer a primera vista tan
sencillo, entraña también su riego, pues más de un rey ha dado con sus
posaderas en el suelo a consecuencia de un resbalón con su camello… sea como
sea sigo pensando que es una de las profesiones más entrañables que existen, no
sólo por la ilusión y el entusiasmo que provocan, sino también por las
emociones que despiertan.
Nunca olvidaré aquella mañana de Enero, los enanos saltando
sobre mi cama al grito de “Miner los ReeEeEeEeyeeEEeeEs!!!”, encendimos la luz
y corrimos hacia nuestros zapatos, no sabíamos la cantidad de resbalones que
habían superado los Reyes para llegar hasta allí, ni si quiera estamos
convencidos de que hubieran encontrado nuestros zapatos, un niño me pregunto
con cara de preocupación…“Pero, ¿Los Reyes saben que estamos en Tenerife?
¿Sabrán llegar hasta el hotel?” mientras iba formulando las preguntas su cara
iba cambiando por momentos, cada vez más preocupado, cada vez con menos
esperanzas… pero antes de que yo tuviera tiempo para contestar uno de ellos nos
dio la respuesta más sencilla y bonita
que se podía dar: “No te preocupes…son MAGOS!”
Después de una intensa búsqueda por la habitación, sin éxito,
a uno de ellos se le ocurrió abrir la puerta… y en el pasillo, esperándoles SUS
REGALOS! Es justo en ese preciso instante cuando las sonrisas invaden la
habitación y la energía se respira a borbotones…está brillando la magia de la
Navidad!!
"Los mejores reyes de mi vida”, después de escuchar esto de
sus labios no hay duda….MISIÓN CUMPLIDA! J